El Vicepresidente y Ministro de Defensa venezolano Ramón Carrizález indicó que el gobierno de su país poseía pruebas objetivas que demostraban la violación por parte de un avión militar estadounidense del espacio aéreo venezolano. Así, indica lo siguiente: “El 17 de mayo de 2009 un avión de guerra estadounidense despegó de Curazao, violó nuestro espacio aéreo y una zona de exclusión de vuelo como lo es la Base Aérea de la Orchilla; nosotros tenemos los registros de las conversaciones de la torre de control con el avión donde se le preguntó si tenían autorización para sobrevolar la zona y pidiéndole los motivos de su incursión.” Más recientemente, el Presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías denunció también el ingreso en territorio venezolano de un avión P-3 por espacio de 15 minutos, el cual fue escoltado fuera del espacio aéreo venezolano por aviones F-16 de la Fuerza Aérea Venezolana. Ese mismo avión, en horas de la tarde volvió a incursionar en el espacio aéreo de Venezuela por espacio de 19 minutos, siendo nuevamente escoltado fuera del espacio aéreo venezolano por aviones F-16 de la Fuerza Aérea de Venezuela.
La denuncia hecha por el Ministro venezolano, así como la hecha por el Presidente Chávez, trae nuevamente a la discusión pública el tema de los golpes de Estado en los países latinoamericanos, sobre todo en momentos en que el gobierno de Venezuela denuncia los planes de Colombia, avivada por Estados Unidos, de estar creando las condiciones “para justificar una agresión contra nuestro pueblo basándose en falsos positivos o simulaciones de hechos punibles.”
De acuerdo con Modesto Emilio Guerrero, en su ensayo “Memoria del golpe de Estado en América Latina durante el Siglo XX”, citando a Cursio Malaparte, autor del “La Técnica del Golpe de Estado”, el golpe de Estado no es otra cosa que un “recurso de poder cuando se corre el peligro de perder el poder.” Indica el autor que para 1968 el 62% de América Latina, África, Medio Oriente y Asia Sudoccidental estaba gobernada por dictaduras militares. Indica, además, que si se hace un pronunciamiento entre 25 países, desde el año 1902 hasta el Golpe en Venezuela contra el Presidente Constitucional Hugo Chávez Frías, “resultarán 327 golpes de estado, contando los que se estabilizaron como dictaduras por meses o años y aquellos que duraron pocos días, como fue el caso de los repetidos golpes de estado en Bolivia.” En su lista de golpes de estado en el Siglo XX, indica que el primero es Bolivia, con 56; Guatemala con 36; Perú con 31; Panamá con 24; Ecuador con 23; Cuba con 17; Haití con 16 hasta 1995; República Dominicana con 16; Venezuela con 12; Brasil con 10; Chile con 9; Colombia y Argentina con 8 y Uruguay con 5. En las islas caribeñas se dieron poco más de 10 golpes de estado. Países como Paraguay, Nicaragua o República Dominicana las dictaduras militares que usurparon el poder político se extendieron en el control de los países por décadas.
De acuerdo con Guerrero, “casi el 30% de los casos, los golpes y las dictaduras resultaron de la intervención directa de tropas de los Estados Unidos, por lo menos desde el fin de la Guerra Hispano Norteamericana. Si registramos solo el Caribe y Centroamérica, hasta Panamá, la proporción se acercaría al 70%.”
Atilio Borón en su ensayo titulado Invisibilizando golpes de estado: Lo que la teoría hegemónica en la ciencia política no quiere ver, denuncia el pasado 5 de enero la pretendida tesis adelantada en un Informe por parte de la Corporación Latinobarómetro de Santiago de Chile en la cual, en referencia a Honduras indica lo siguente:
“En el año 2009, América Latina sufre por primera vez un golpe de estado después de 31 años desde que se inaugurara la democracia en lo que ha sido llamado la ‘tercera ola de la democracia”.
De acuerdo con Borón tal afirmación “no solo es un notable error historiográfico sino un síntoma de algo mucho más profundo, revelador de la insanables limitaciones de la concepción teórica y metodológica hegemónica en las ciencias sociales de nuestros días de inspiración anglosajona.” A los fines de documentar la falsedad del dato
ofrecido por la Corporación Latinobarómetro, Borón nos recrea lo acaecido en los golpes de Estado en Venezuela el 11 de abril de 2002, estableciendo de paso la participación de países como Estados Unidos y España, así como también la complicidad de funcionarios de la Unión Europea y los gobiernos en aquel momento de países latinoamericanos como Colombia y El Salvador.
Borón nos recuerda, también, los sucesos golpistas en El Salvador en 1979, Bolivia en los años 1978, 1979 y 1980, Paraguay en 1989, Haití en los años 1988,1990, 1991 y 2004. A estos golpes de Estado podríamos sumar también aquellos promovidos por Estados Unidos en la segunda mitad del Siglo XX cuando se produjeron los golpes de Estado en Cuba por Fulgencio Batista en 1952; el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954; la invasión armada promovida contra la Revolución Cubana en Playa Girón en 1961; el golpe de Estado contra Velazco Ibarra en Ecuador en 1961; el perpetrado en Brasil contra el presidente Joao Goulart en 1964; la invasión a República Dominicana el 28 de abril de 1965; el envío a Guatemala y Bolivia de asesores militares Boinas Verdes durante los años 1966 y 1967; los golpes de Estado en Uruguay y Chile en 1973; la Dictadura Militar en Argentina a partir de 1976; la intervención en el conflicto en El Salvador en 1980; el estímulo desde Honduras de la Guerra Sucia contra la Revolución Sandinista a partir de 1980; la invasión de Granada en 1983; la invasión de Panamá en 1989; la intervención con el proceso electoral en Nicaragua en las elecciones de 1990; el Plan Colombia a partir del año 2000; el Golpe de Estado en Venezuela en 2002 y el Golpe de Estado en Honduras en 2009.
En estos sucesos, indica Borón, se ha recurrido a utilizar paliativos a hechos sangrientos y extra legales que representan el derrocamiento de gobiernos instaurados con la legitimidad reconocida por sus pueblos. Así, el nuevo discurso incorpora nuevas frases para justificar la teoría del Golpe tales como: “revolución libertadora”, “proceso de reorganización nacional”, “gobierno de reconciliación nacional”, “gobierno de salvación nacional”, “solución ante un vacío de poder”,”gobierno de transición”, “gobierno interino”, etc.
Tiene razón el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela cuando denuncia su preocupación por las amenazas, cada vez más abiertas, de las políticas estadounidenses y colombianas hacia su país. Baste recordar el ensayo escrito por Wayne Madsen y Richard Benet el 19 de abril de 2002 bajo el título US returns to bad old ways in Venezuela. Allí indican que bajo la cubierta del desarrollo de un ejercicio naval COMPTUEX y JTFEX la Marina de Guerra de Estados Unidos proveyó a los militares venezolanos que produjeron el golpe contra el presidente Hugo Chávez apoyo en la interferencia de comunicaciones y señales de inteligencia. A través del US Navy Signal Intelligence, los buques estadounidenses estuvieron pendientes de las comunicaciones desde y hacia Cuba, Libia, Irán e Iraq a través de sus misiones diplomáticas en Caracas. Indican que los planes de la FFAA de Estados Unidos en apoyo al Golpe se comunicaron al presidente Bush durante su visita a Perú y El Salvador en marzo de 2002.
La Agencia de Seguridad Nacional apoyó el Golpe utilizando personal del Comando Sur adscrito al Joint Inter Agency Task Force-East en Cayo Hueso, Florida a través de lingüistas especialistas en español y operadores en intercepciones de señales. También hubo la participación de personal de comunicaciones e inteligencia desde Estación Naval de Sabana Seca en Puerto Rico y del Centro Regional Operacional de Seguridad en Medina, Texas. Desde la porción Este de Colombia, personal contratado por la CIA y las Fuerzas Armadas de Estados Unidos utilizados en la operaciones anti narcóticos, proveyó apoyo logístico a lo largo de la frontera con Venezuela desde el aeropuerto Marandua, mientras que aviones de patrullaje desde la FOL localizada en Manta, Ecuador, proveían apoyo de inteligencia a las operaciones.
Buques de Guerra de la Marina de Estados Unidos desarrollando sus ejercicios en el polígono externo que se operaba desde la Estación Naval de Roosevelt Roads del AFWTF se mantuvieron en alerta ante la posibilidad de evacuación de ciudadanos americanos en Venezuela. Los buques incluían al Portaviones USS Washington, los destructores USS Barry, USS Loboon, USS Mahan y al USS Arthur W. Radford. En algunos de estos se mantenían a bordo unidades para proveer señales adicionales de inteligencia a las unidades de operaciones especiales y de inteligencia desplegadas en tierra en apoyo a los golpistas venezolanos desde territorio colombiano.
Por su parte, la CIA proveyó personal del grupo de operaciones especiales bajo el mando del Teniente Coronel asignado desde el Comando de Operaciones Especiales desde el Fuerte Bragg en Carolina del Norte. Estos permanecían en Venezuela desde el 2001 y pertenecen al US Special Operations Intelligence Support Activity. Se indica que hicieron contacto con altos mandos de las Fuerzas Armadas de Venezuela, incluyendo al General Lucas Rincón, Vice Ministro de Seguridad, al General Luis Camacho Kairuz; con empresarios y líderes sindicales de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, entre otros. Se indica que las conversaciones con líderes de la CTV comenzaron desde el verano de 2001 en las refinerías de Maracaibo. Una de las personas reclutadas por la CIA fue el Presidente de FEDECAMARAS.
El Golpe también fue apoyado por el Special Operations Phycological Warfare, proveniente del Fuerte Bragg, los cuales manejaron los anuncios en TV a nombre de políticos y empresarios venezolanos como también en la radio, indicando que Chávez había precipitado la crisis al ordenar disparar contra los que protestaban en Caracas. Técnicos en guerra electrónica bloquearon las comunicaciones de los teléfonos celulares y frecuencias de radio entre Caracas y las ciudades del interior en coordinación con el Batallón de Inteligencia “General de Brigada Andrés Ibarra”, del alto mando de las FFAA de Venezuela.
Ciertamente la amenaza contra Venezuela no es una idea peregrina. Corresponde a todas y a todos nosotros, en el inicio de un nuevo año, redoblar nuestra solidaridad con el pueblo venezolano y con la defensa de su Revolución.
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